¿Sentir vergüenza es malo?, depende, siempre depende de la situación en mi opinión.

 

 

Cuando un niño (a) es quien conecta con la vergüenza, dependerá de su edad, de la etapa  en su desarrollo, de la situación o el contexto en el que se contacta con dicha emoción.

A menudo la vergüenza, nos desconecta de nuestro ser, nos desconcentra, sin embargo también nos ayuda  saber que tenemos una conducta inadecuada, como cuando asistimos a una reunión sin el código de vestimenta que indicaba la invitación por ejemplo.

La vergüenza entonces más que una emoción o sentimiento es un recurso, que bien enfocado nos deja  un aprendizaje.

En la película El Rey León, se muestra la vergüenza que siente Simba y por lo tanto su deseo de no querer regresar, incluso se desconecta tanto de su ser que conecta con una culpa que lo lleva a ocultarse de su tribu.

Todos necesitamos sentirnos aceptados, pertenecer.

 

También los papás sentimos vergüenza, cuando nuestro bebé nos pega y estamos en un lugar  público, o cuando nuestro hijo(a), de la edad que tenga nos levanta la voz, o nos reta.

En estos casos incluso reaccionamos instintivamente marcando un límite, con un grito o una palabra seca, fuerte y contundente.

¿Crees que este mal esta reacción? recuerda que la vergüenza nos da la oportunidad de obtener un aprendizaje, al final cada emoción, sentimiento u recurso nos muestran algo y nos enseñan algo.

Los hijos necesitas saber cuales cosas lastiman el vínculo con sus padres, así como también necesitan saber que el amor es más fuerte y con la capacidad de reconstruir el vínculo de manera respetuosa, pues el amor y el respeto van de la mano.

Alternativas para decir de manera verbal a nuestros hijos cuando algo nos lastima: “me dolió” , “lo puedes pedir de otra manera”, etc.

Cuando conozco mis recursos, mis reacciones, inicio un proceso de autoconocimiento y transformación saludable para mejorar la relación con las personas que más quiero.

La vergüenza en exceso puede ocasionar graves daños. En un hogar violento, la vergüenza se encuentra a grandes dosis, y vienen a la mente de nuestros hijos(as) frases o interpretaciones como  “nunca soy suficiente”, “haga lo que haga soy rechazado”, etc.

Se vive en una vergüenza crónica.

“La conducta se puede reparar, pero ¿cómo cambio quien soy yo?”

 

L.P. Arianne Shurave Jiménez G.

 

 

 

 

 

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